Nunca es tarde
- Esla López
- 25 abr 2020
- 13 Min. de lectura
Actualizado: 1 jun 2020
Para empezar, vamos a ver lo que dice Lydia Martín en el periódico “La Verdad” sobre la adaptación a la tecnología:
“Si algo está claro es que en los últimos años la tecnología ha cambiado el modo de entender el mundo y desenvolverse en él. Todo ha evolucionado hacia nuevas fórmulas que han afectado no solo al día a día de las personas, también a las rutinas de empresas y empresarios que se ven empujados a la adaptación a las nuevas fórmulas y la renovación de sus instrumentos de trabajo. En poco más de una década, la actualización en torno a las nuevas tecnologías ha pasado de ser una opción a una necesidad.” (Martín, 2018). Actualmente, parece que quien no se una a estos nuevos avances tecnológicos, se queda atrás y descolgado, tiene el riesgo de quedarse fuera.
Bruno Hernani en la revista “Crítica” nos comenta: “En un mundo en constante cambio, nuevas herramientas se construyen cada día, y a medida que el mundo avanza en el tiempo, más tecnologías ingresan en nuestras sociedades generando, aparentemente, un impacto positivo.” (Hernani, 2018). Si el mundo cambia económica, social o ambientalmente, las tecnologías tienen que estar a la altura para que nos podamos adaptar a ello.
Para acabar con este apartado, vamos a ver lo que cuenta la empresa “Dacartec” al respecto de esta adaptación a las tecnologías: “Con este nuevo modelo de sociedad, surgen también empresas destinadas a introducir las nuevas tecnologías en todos los sectores de actividad y a mostrar las ventajas de su aplicación.” (Dacartec, 2014). Por lo tanto, podemos sacar en claro que es tanta la importancia que tiene esta adaptación tecnológica, que incluso hay empresas que ayudan y se dedican expresamente a ello. De esta manera, se intenta que ningún usuario se quede atrás en nuestra sociedad moderna.
La situación que hemos vivido debido al COVID–19 nos ha hecho estar aún más conectados a la red, ya que al estar confinados en nuestros hogares, esta ha sido la única manera de poder estar en contacto con el mundo exterior. De hecho, después de estos meses en cuarentena se ha constatado que los internautas españoles usan un 38,3% más el teléfono móvil, tal y como explica Sánchez (2020) en un artículo del periódico ‘ABC’. Además, solo en la primera semana de estado de alarma en España, el tráfico de Internet creció un 80%, así nos lo comenta Plaza López (2020) en ‘El País’ refiriéndose a los datos compartidos por el presidente Pedro Sánchez.
“La necesidad de comunicarnos con nuestros allegados, ha hecho que aumente en un 53% el uso de Internet para realizar llamadas y para aplicaciones de mensajería instantánea como Whatsapp y de vídeoconferencia como Hangouts o Skype, respecto a la semana anterior al inicio del confinamiento.” (Sánchez, 2020). Aunque parezca increíble, se ha llegado a ralentizar un 10% la infraestructura de red a nivel global.
¿Y qué ocurre con las personas mayores? Sin duda, ellos son los más vulnerables en la epidemia del coronavirus, no solo por motivos de salud sino porque en muchas ocasiones están solos y no disponen de los medios ni los conocimientos necesarios para usar las tecnologías que les permiten estar más cerca de los demás.
Curiosamente, este periodo ha sido un momento ideal para iniciarse en el mundo tecnológico. “Las limitaciones del aislamiento han obligado a las personas mayores a hacer ‘de la necesidad virtud’ y ponerse al día con las tecnologías que les habían dejado atrás.” (Valdovinos, 2020). Plaza López (2020) hacía hincapié en que al no poder salir a la calle, hasta las personas mayores se han empezado a animar a usar plataformas para ver series o hacer videollamadas con sus familiares.
De hecho, en palabras de Valdovinos (2020), la brecha digital para personas de edades entre 65 a 74 años se ha cerrado y el uso de Internet para este grupo de edad ha aumentado hasta un 52% en 2011, a 83% en 2019.
Esto es algo realmente positivo, ya que este sector de edad ha sido siempre el menos cercano a las tecnologías, pues mientras los distintos grupos de edad siguen avanzando en la digitalización, los más mayores se han ido quedando siempre por detrás.
En el siguiente gráfico podemos ver el porcentaje de usuarios de Internet por cada grupo de edad a lo largo de los años, dándonos cuenta que los mayores siempre han sido los menos ligados a este mundo.

Y aunque es cierto que durante esta época muchos se han animado a empezar, es indudable también que este grupo de edad es el que más dificultades tiene. “La gente de mi edad estamos más aislados y limitados porque no sabemos usar los teléfonos estos tan modernos.”, afirma Felisa Vargas, de 86 años para un estudio de ‘BBVA’. Felisa se comunica con su familia mediante su teléfono, que es uno muy sencillo y solo sirve para llamar y recibir llamadas. “Yo no uso eso que tiene la gente joven”, explica.
Lo que sucede es que existe una brecha en las habilidades digitales entre los usuarios de Internet de distintas edades. “Mientras que el 68% de los jóvenes (entre 16 y 24 años) cuentan con habilidades avanzadas, tan solo el 6,5% de los mayores de los 65 años cuenta con estas destrezas.” (BBVA Communications, 2020). Es decir, que aunque sí que haya personas mayores que usen de algún modo Internet, no deja de ser para ellos un desafío, ya que no tienen todas las competencias necesarias para usarlo correctamente.
Y lo que es indudable es que la introducción de las tecnologías en sus vidas puede ser muy beneficiosa, sobre todo durante el COVID-19, ya que no solo les pueden servir para comunicarse con sus seres queridos o entretenerse sino que también pueden ser realmente serviciales en cuanto a su seguridad. “Hoy en día existen desde dispositivos de fácil utilización diseñados para llamar a los servicios de urgencias con un solo click, hasta herramientas dirigidas a evitar el deterioro cognitivo.” (Campus Sanofi, 2020).
El periodo de cuarentena por coronavirus ha tenido su parte positiva si nos enfocamos en aquellas personas de la tercera edad que han iniciado sus andanzas con las tecnologías en estos meses. Por ejemplo, Hidalgo Pérez (2020) en ‘El País’ nos comentaba el caso de Ovidio de Vega que, con 81 años, ha aprendido a usar YouTube y ahora puede ver todas esas películas del oeste que tanto le gustan y que se han vuelto su mejor compañía durante el confinamiento. Todo esto gracias a su hijo, que con sus indicaciones por teléfono, le explicó cuáles eran exactamente las palabras que tenía que escribir en el buscador: “películas completas español oeste youtube”.
Hidalgo Pérez nos cuenta también el caso de María del Carmen García de 65 años, que gracias a un cursillo rápido de su hija ha aprendido a hacer videollamadas y puede ver a su nieto más pequeño con su tablet. “Yo antes no la tocaba porque me daba un poco de miedo, sobre todo para no romperla.”, explicaba María del Carmen.
Por otro lado, los más mayores aún, lo tienen mucho más complicado para aprender. Micaela González de 93 años tiene un Smartphone adaptado a la tercera edad, con iconos bien grandes que le permiten apañarse para llamar y recibir llamadas y, aun así, prefiere usar el teléfono fijo. Como se nos explica en el artículo de Hidalgo Pérez (2020) ya le ha costado bastante aprender a usar este teléfono y es imposible pensar en introducirle a un Smartphone normal. Estas personas tienen doble dificultad para adaptarse a las nuevas tecnologías porque, además de no haber nacido y crecido con ello como muchos de los jóvenes de hoy en día, su avanzada edad les impide adquirir las capacidades para aprender a usarlas.
La parte positiva es que los mayores del futuro estarán más preparados para la vida moderna y, poco a poco, se irá cerrando la brecha digital existente, a lo que sin duda habrá contribuido el aprendizaje adquirido durante estos meses de confinamiento.
Como hemos visto, la adaptación a las tecnologías es algo muy importante, pero el sector de la tercera edad está claramente más apartado. Vamos a ver lo que dicen Santiago Gil y Cristina Rodríguez en su libro “Tecnología y personas mayores”:
“Para abordar la relación de las TIC con las personas mayores vamos a utilizar dos perspectivas: como usuarios activos que las utilizan para hacer tareas de todo tipo, como el resto de la población (ocio, formación, gestión administrativa, etc.), o como usuarios perceptores de servicios de apoyo a su vida diaria, con una necesidad de interacción mínima con la tecnología o incluso sin ninguna interacción.” (Gil González & Rodríguez-Porrero, 2015, p. 20).
También nos cuentan que las tecnologías pueden ser una amenaza (si no las conoces o no puedes acceder a ellas por motivos socioeconómicos) o una oportunidad (si la persona se puede formar al respecto y disfrutar de ellas).
Santiago Gil y Cristina Rodríguez nos muestran unos datos que nos dicen que entre los años 2012 y 2013, las personas de más de 55 años que no habían usado Internet, ocupaban más del 60%. En España, esta exclusión digital es más grande que en el resto de Europa.
Esto pasa porque, según López-Huerta Juárez & Reyes Arrillaga (2009), del trabajo "Tercera edad y nuev@s tecnologí@s", las personas mayores estaban en su mundo, un mundo pequeño formado por sus relaciones más cercanas. Esa realidad puede que no fuera perfecta, pero les hacía sentir más cómodos porque era suya. Sin embargo, esa sociedad ha cambiado a pasos agigantados.
“La implementación de las nuevas tecnologías en nuestra sociedad actual supone importantes ventajas para el sector de la Tercera Edad, sin embargo son las personas de este estrato social las que más alejadas se sienten de ellas. Resulta evidente que este distanciamiento genera una desigualdad en el uso y provecho de las nuevas tecnologías.” (López-Huerta Juárez & Reyes Arrillaga, 2009).
Esto se puede observar a través de los siguientes problemas:
- La utilidad es un valor en sí mismo. Muchas personas mayores ni siquiera conocen el uso de los dispositivos electrónicos que les podrían ayudar mucho.
- La complejidad en el uso. Les asusta el hecho de meterse en un mundo demasiado difícil para ellos y que no conocen.
- El sentimiento de desfase que pueden sentir estas personas.
- Capacidad económica reducida, ya que supone un gran coste.
- La exclusión de la persona de la tercera edad en la sociedad de consumo. “Actualmente los productos tecnológicos son los más publicitados en los medios de comunicación de masas (…), sin embargo dicha publicidad rara vez es protagonizada por personas mayores. Las empresas tienden a captar la atención de niños, jóvenes y adultos.” (López-Huerta Juárez & Reyes Arrillaga, 2009). También decir que quizá no se promueve tanto la renovación y el aprendizaje de las nuevas tecnologías entre las personas de la tercera edad (desde el principio se pensaron para otro público).
- La tecnología evoluciona más rápido que la propia cultura.
Tamara Del Moral en el periódico “La Prensa” nos comenta otros motivos por el que les cuesta tanto esta adaptación:
“La personalidad, la resistencia natural al cambio, la falta de conocimiento y el hecho de que los aparatos no estén acondicionados a sus capacidades limitadas debido a la edad, como la visión, el equilibrio y la coordinación con los dedos, son factores que influyen en que muchos queden excluidos del uso de nuevas tecnologías.” (Del Moral, 2015).
Que los más mayores se introduzcan en el mundo de tecnología es algo que les brinda beneficios y López-Huerta Juárez & Reyes Arrillaga (2009), recogen algunos de ellos:
- Superar los prejuicios. Demostrando a las personas de su entorno y a la sociedad en su conjunto que la Tercera Edad no es sinónimo de pasado.
- Mejorar su calidad de vida. La tecnología se pone al servicio de sus necesidades y se pueden beneficiar de ello.
- Mantener y ampliar su red de relaciones. El uso de la telefonía móvil y herramientas como el correo electrónico y la mensajería instantánea, agilizan su comunicación con los demás. Les hacen sentir más integrados y valorados por su entorno familiar y permiten que amplíen su círculo social.
- Fortalecer su independencia. Tecnologías como Internet favorecen su autonomía como personas independientes. Pueden acceder con inmediatez a información sobre recursos que pueden servirles de apoyo en la vida diaria y para sentirse conectados con la realidad y poder explorarla.
- Se mantienen más activos y saludables. Según la OMS (Organización Mundial de la Salud) la salud se compone no solo del equilibrio del factor físico, sino también del psíquico o mental. El aprendizaje de nuevas tecnologías estimula la actividad cognitiva de las personas mayores, reduciendo la incidencia de enfermedades como el Alzheimer.
Así pues, las tecnologías les permiten ser autónomos, sentirse seguros, estar informados de lo que ocurre en el mundo y conectados con sus seres queridos.
Que los mayores se adapten a las tecnologías será propiciado por una buena información y ayuda por parte de sus familias y de las instituciones públicas y privadas. López-Huerta Juárez & Reyes Arrillaga (2009) proponen una serie de ideas en este sentido:
- Que se informe a las personas mayores sobre cómo algunos recursos tecnológicos pueden incrementar su calidad de vida y mejorar su red de relaciones sociales, su comunicación intergeneracional y la estimulación de su memoria y aprendizaje.
- Que instituciones públicas y privadas potenciaran el aprendizaje adaptado entre los mayores, formándoles no sólo en el uso de dispositivos informáticos, sino también como consumidores de dichos instrumentos en la sociedad actual. El apoyo en asociaciones de consumidores resulta de gran importancia en esta iniciativa.
- Que el abaratamiento de costes en la adquisición de nuevas tecnologías se convirtiese en una realidad. Para la mayor parte de la población anciana, la compra de dispositivos tecnológicos está fuera de su alcance, puesto que sus recursos económicos son bastante reducidos, lo cual no ayuda a que empiecen a utilizarlas.
- Que se desarrollaran software y dispositivos más sencillos e intuitivos, adaptados a este sector de la población con el fin de facilitar su uso a los mayores que cuentan con discapacidades propias de la edad avanzada (presbicia, dificultades en la movilidad articular de las manos, etc.).
En cuanto a este último tema, Gil González & Rodríguez-Porrero (2015) destacan también su importancia si queremos ponerles más fácil a nuestros mayores la adaptación al mundo tecnológico y añaden algunos consejos:
- Uso de un lenguaje sencillo, con palabras, frases y conceptos familiares para el usuario, en lugar de términos orientados hacia el sistema. También, que la información aparezca en un orden natural y lógico.
- Consistencia y estándares. No se debe confundir a quien posea el aparato en cuestión con diferentes palabras, situaciones o acciones para realizar una misma función.
- Prevención de errores. Intentar crear un diseño cuidadoso que evite que se produzcan errores, los cuales son difíciles de enmendar para los mayores. Una idea en este sentido es presentar siempre una opción de “confirmar” antes de comprometerse a las acciones.
- Minimalista. Que la interfaz no posea información irrelevante o innecesaria, pues estas disminuyen la visibilidad de aquellos aspectos que sí sean importantes y alejan su atención de ellos.
- Los mensajes de error deben de estar expresados en un lenguaje fácil, sin utilizar códigos, indicando con precisión el problema y sugiriendo soluciones posibles.
- Incremento del tamaño de las fuentes de texto, ampliación general de la pantalla, combinación de colores para mejorar la visión, cambiar los avisos sonoros por visuales para personas sordas o crear una interfaz vocal para personas ciegas.
Esto que hemos comentado le pasa a la mayoría de las personas mayores, pero obviamente también hay mucho porcentaje de ancianos que sí se apañan con las tecnologías y les ayudan en su vida diaria. Este es, por ejemplo, el caso de Tita Pinel, una jubilada de 80 años que usa las redes sociales para promocionar y dar a conocer las piezas de bisutería que crea. “Les tomo fotos y las mando por chat y mis amistades las reenvían a otros. También en Twitter y en Facebook pongo mis diseños." (Citado en Del Moral, 2015). Tamara Del Moral nos continúa explicando que Tita, a los 65 años, dominó en una semana perfectamente los programas que necesitaba usar para sus ventas. Hubo un momento que la hija de Tita le regaló un móvil Blackberry, a lo que esta nos sigue explicando:
“Le dijeron que mejor me hubiera regalado un teléfono solo para llamar y contestar. Y yo me dije: ‘¿me van a decir a mí que no me van a enseñar porque es complicado?’ Me senté en la cama y pensé: ‘Tita, aquí aprendes sola’. Toqué todos los botones y de pronto leí: ‘Cuidado, ya mi mamá entró en el chat. Cuidado con lo que escriben’. Así fue que aprendí.”
Para finalizar, decir que, como bien dice Tita, ser mayor no significa que no puedas aprender a usar la tecnología; simplemente se basa en la perseverancia, ganas e interés que le pongas a ello.
También puedes verlo en: https://youtu.be/Iuear4K8Ajs
La tecnología está ya completamente integrada en nuestras vidas, pero no todos los sectores de la población se han podido adaptar igual. Como comprobamos con el vídeo, los más mayores tienen más dificultades para amoldarse a esta realidad tecnológica.
Con la información que hemos recopilado y con los testimonios de nuestras participantes, hemos llegado a las siguientes conclusiones:
- Las personas de la tercera edad tienen más problemas para adaptarse porque han pasado la mayor parte de su vida sin la tecnología. Nunca la han necesitado porque han nacido y crecido sin ella. Por lo tanto, ha sido recientemente cuando ha aparecido en sus vidas y se han visto obligadas a integrarla de la mejor manera posible en su día a día.
- También nos hemos dado cuenta de que, debido a lo anterior, no necesitan sentir que están conectados continuamente, como quizá sí lo hacen las personas que han nacido en la era tecnológica. Nuestros protagonistas utilizan los medios de comunicación para relacionarse con sus seres queridos únicamente cuando es necesario o para saber que están bien.
- Aunque existen maneras para integrar a estas personas, lo cierto es que no son suficientes. La sociedad debería esforzarse más por impulsar una ayuda real que permita que los más mayores sientan que forman parte del mundo moderno de hoy en día.
Queremos dar las GRACIAS muy especialmente a Raquel Abad Mendieta, Nuria Carreño Díaz-Pavón, Trinidad García García y Carmen Moya Moya por su ayuda y participación.
REFERENCIAS
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